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La gestión de riesgos en un proyecto de construcción



En todo proyecto existe el riesgo de que los objetivos propuestos no se cumplan. Los planes de ejecución, por más detallados y concretos que sean, no se escapan de situaciones adversas o retos que conlleva cualquier emprendimiento.

Sin embargo, la construcción es uno de los sectores en el que dichos riesgos se hacen más notorios. Esto se debe a que, por lo general, un proyecto de esta naturaleza pasa por muchas fases antes de su ejecución.

De hecho, incluso en esta última etapa, suele ir avalado por acuerdos, firmas y cláusulas que hacen más complejo los procesos. La gestión de riesgos, por tanto, es mucho más especializada que en otros campos.

Su función principal es identificar las amenazas que pueden obstaculizar la consecución de los objetivos en función de seis criterios:

  • Riesgos financieros: aquellos que ser relacionan con la financiación del proyecto en su totalidad o en alguna de sus etapas.

  • Riesgos de disponibilidad de recursos: cuando el material (humano o técnico) del que se dispone no es suficiente o no es el adecuado.

  • Riesgos directivos: se refiere a cambios en la dirección del proyecto o, incluso, a las capacidades de quienes están al frente del mismo.

  • Riesgos contractuales: todo aquello que afecte las condiciones en las que se firman los acuerdos que sustentan la ejecución del proyecto.

  • Riesgos laborales: hablan de las condiciones laborales de quienes intervienen en el proyecto y del impacto que pueden tener situaciones como huelgas o paros.

  • Riesgos de impacto social: aquellos que se derivan de la ejecución del proyecto y que afectan al entorno o medio ambiente.


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¿Cómo hacer frente a los riesgos?

Una vez se ha identificado la naturaleza de los riesgos, el próximo paso es diseñar una estrategia para hacerles frente. Sin embargo no es una tarea sencilla, pues requiere de altas dosis de planificación y disposición al cambio. Los especialistas en riesgos de proyectos de construcción hablan de un proceso dividido en tres etapas:

  1. Cuantificación: En este primer momento de la estrategia se evalúa el impacto que puede traer el riesgo en temas de costes y tiempo. Esto es posible mediante técnicas de análisis y permite adaptar presupuestos y planes de ejecución con base a esas proyecciones. No todos los riesgos tienen la misma sonoridad; hay que determinarla en cada caso.

  2. Elaboración de la respuesta: La etapa más importante de la gestión de riesgos es la respuesta. Aquí se analiza con detenimiento qué tipo de acciones permitirán mitigar los efectos de la situación. Los riesgos nunca se eliminan del todo, pues hacen parte de los procesos. Por lo tanto, la máxima aspiración de la estrategia elegida debe ser contrarrestarlos.

  3. Contingencia: Definida la estrategia, el siguiente paso consiste en gestionar y monitorear los recursos que permiten encarar el riesgo. No obstante, no sólo hay que hacerlo en función de los que ya han sido identificados. Parte del éxito de la respuesta está en la capacidad de asimilar los efectos de riesgos eventuales o que podrían suceder en cualquier momento. Esto evitaría, por ejemplo, el diseño de nuevas estrategias y el empleo de más recursos. La contingencia debe ser una filosofía corporativa.

Fuente: OBS Business School


Artículo originalmente publicado en Revista En Obra

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